Estaba tendida -inmóvil- sobre la tierra, tal vez podía moverme, sin
embargo no quería hacerlo. Preferí dedicarme a ocupar las pocas energías que
quedaban a pensar un rato, a pensar en esta extraña y dolorosa existencia. Claro estaba,
ya no había nada –o mucho- por hacer. Caminé tanto tiempo por aquellos senderos, que tardé mucho más en
encontrar el camino de regreso y casi una eternidad en dar por muertas estas
tierras que en algún momento fueron fértiles, fueron vida.
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