jueves, 14 de agosto de 2008

Epicedio

Majestuosa presencia de ti  
alma en penas
Crepúsculo de nuestra existencia material…
Procedes de las sombras ambiguas e invisibles…
Te escondes bajo un manto divino…
bajo palabras de aliento y
fatigantes cantos fúnebres…

Los hombres ansían que retraces tu llegada…
Temen de tu abrazo eminente
tu sonrisa de plata y
tus frías manos…

Sentencias a condena perpetua e indeleble…
Besas en los labios ¡oh bendito Judas!
Para llevarte sólo el ultimo aliento y
no la carne ya desteñida…

Amas el culto inmaculado
que te rinden esclavos de la vida…
Te alimentas de desoladas lágrimas
con los cuales se busca
paliar agónico sufrimiento
y desconsolada angustia…

Pero ¿qué habrá bajo tu manto?…
tras tus sombras oscuras, misteriosas…
Qué escondes tras tus brillantes ojos
que penetran Sin piedad…
¿Qué deseas mostrarnos…?
¿Qué camino hemos de recorrer al seguirte?…
¿Por qué escondes receloso el secreto de la vida?…
Será que sólo buscas llenarte de vanidad
con cuestionamientos que vagan sin claras respuestas…
O, quizás, sólo eres una cuestión
que jamás vamos a entender,
pues, nacimos de tu mano
y eres lo único cierto y claro
para nuestras existencias sin sentido.

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